Escrito por Belén MaizteguiCon un siglo de historia, la Confitería del Molino, obra del arquitecto Francisco Gianotti, nacido en Italia en 1881 y llegado a nuestro país en 1909, es uno de los hitos patrimoniales de la Arquitectura argentina. Luego de permanecer cerrado durante más de 20 años, en julio de 2018, el Congreso Nacional tomó posesión del inmueble y dio inicio a las tareas de recuperación. Particularmente en Argentina donde, por descuidos o desinterés, un gran número de obras de valor patrimonial se han perdido, proyectos de este tipo nos invitan a pensar cuál es el rol de la arquitectura en la construcción de la memoria colectiva de una ciudad.Siendo Monumento Histórico Nacional desde 1997 y considerado un icono del Art Nouveau, el edificio posee, además de la Confitería de la planta baja y los salones de fiestas del primer piso, tres subsuelos –donde se encontraban las áreas de mantenimiento y producción de pastelería- y departamentos que fueron destinados a la renta en los niveles superiores, sumando una superficie mayor a los 7500 m2
En vistas de conocer algunos detalles sobre el proceso de restauración, conversamos con el arquitecto Guillermo Rubén García quien, además de estar a cargo del Área Técnica Comisión Administradora del Edificio del Molino, es Asesor de Patrimonio Cultural del Congreso de la Nación.Respecto a la cantidad de rubros de especialidades y equipos que han trabajado en conjunto durante la restauración, Guillermo comenta que “Se requirió de un equipo de cuarenta restauradores y sus asesores externos para realizar únicamente las tareas de carpintería, metales, ornatos, pintura mural, vitrales y otros detalles. Por otro lado, se necesitó de un equipo de arqueología urbana permanente. La Comisión Administradora del edificio contó con un equipo técnico especializado en patrimonio cultural material e inmaterial, además de convenios de consultoría con las Universidades y sus laboratorios. Adicionalmente y por convenio interjurisdiccional, se contó con el aporte del Ministerio de Obras Publicas Nacional y del Ministerio de Espacio Urbano de CABA para trabajar toda la envolvente edilicia y con Astillero Rio Santiago para la recuperación de la marquesina metálica. El resto de las obras se licitaron a través de la propia Comisión Administradora del Edificio del Molino, buscando dividir el conjunto en especialidades para que estas puedan ser resueltas por empresas pertinentes, las cuales reunían las condiciones necesarias para resolver cada uno de los desafíos propios del conjunto.”
Respecto a las patologías, Guillermo comenta que “Luego de dos décadas de abandono, el edificio tenía principalmente patologías estructurales en componentes metálicos, inundación de subsuelos, instalaciones sin mantenimiento, vandalismo, pérdida de ornatos, exposición a deterioros ambientales, detritos orgánicos y vegetación invasiva.”La reconstrucción de los elementos de ornamentación, la identificación de los tonos originales y la recomposición de demás detalles de precisión fue especialmente un desafío. Según Guillermo, el equipo no contaba con documentación precisa sobre la cual apoyarse, por lo que las tareas de análisis y la colaboración de los ciudadanos fue esencial: “Por tratarse de un edificio que hasta su expropiación en 2014 fue privado, no se contaba con documentación preliminar. Por este motivo se ejecutaron diversos trabajos por parte un equipo multidisciplinario que estudió detalladamente cada uno de los componentes del edificio. Se realizaron cateos estratigráficos, catas estructurales, análisis de laboratorio y pruebas, piloto tanto en interior como en el exterior de la construcción. Por otro lado, se le solicitó a la ciudadanía el aporte de fotografías o documentos a través de medios de comunicación y redes sociales que pudiesen servir para la reconstrucción.” A partir de estos estudios y colaboraciones, se redibujaron los elementos y se realizaron trabajos de modelización 3d para reconstruir las piezas.Los leones alados fueron replicados mediante fotos históricas y procesos de modelización 3D.Para concluir, Guillermo nos cuenta que un elemento vital para poder llevar a cabo la restauración “fue relacionar la obra con la comunidad. A través de redes sociales y medios de comunicación en general, se recurrió a la colaboración conjunta de la comunidad y esto fue lo que permitió recolectar los datos materiales e inmateriales que permitieron, junto con un plan de lectura del edificio, recuperar los valores identitarios del monumento, garantizando su conservación y sustentabilidad para las generaciones futuras.”